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Por Comisión de Ciencias

Qué duda cabe que la psicóloga Ana María Balbotín es enemiga de las divisiones binarias del mundo, pero en este caso clasificarla le hace justicia: desde la creación de la Comisión de Ciencias, en 2011, ha sido un apoyo inconmensurable a la Fundación Iguales desde su óptica de mujer heterosexual. Se hace un tiempo cada mes entre sus obligaciones de madre para estar en las reuniones, a veces tarde, de la comisión y aportar con su práctica, sentido común y certeros comentarios sobre temas que nos convocan.

Guardar toda esa experiencia exclusivamente para los miembros de la Comisión era un despropósito y por eso conversamos con ella sobre su visión sobre la población LGBTI. Como hemos realizado con otros/as profesionales, y planeamos seguir haciéndolo en el futuro, Anita nos da su análisis sobre cuál es su aproximación cuando en una consulta llega algún/a paciente LGBTI y qué es lo que ella cree razonable de hacer como psicóloga ante ellos/as.

Nos explica algunos de los problemas asociados a la población LGBTI y diferencia una realidad un poco más abierta que antaño para los gays y las lesbianas, pero todavía inconmensurablemente dura para los/as transexuales. Este es el diálogo que la Comisión de Ciencias sostuvo con ella.

¿Por qué consulta la población LGBTI?

Hay muchas personas LGBTI que llegan por otros temas y el hecho de ser gay, lesbiana o trans es un dato más de su persona. Hay otro grupo que viene por el hecho de ser LGBTI y, en general, consultan al momento de salir del clóset, que suele ser un proceso que frecuentemente está relativamente avanzado y donde ellos/as mismos/as ya han asumido su orientación sexual o su identidad de género. Al salir del clóset, les preocupan las consecuencias sociales de hacerlo público.

Hay gente que consulta, decide hacer pública su orientación,  y se encuentra con que la recepción fue muy buena, pero lamentablemente son los/as menos. Hay otros/as que tienen dificultades en este proceso y para ellos/as la terapia puede ser aconsejable.

¿Cómo te enfrentas a la población LGBTI que trae un conflicto?

Primero hay que saber la naturaleza del conflicto. Si tiene que ver con definirse, con el impacto que genera en el entorno  o con la discriminación que sufre o puede sufrir. Hay gente que está clara y bien consigo misma, está en relaciones de pareja, pero por ejemplo teme que se sepa en el trabajo. Ese temor se incorpora en la terapia,  porque parte de sus temores también son realistas.  No se trata de decir, “no hay problema, cuenta no más”. Lo he visto con pacientes que trabajan con niños/as, porque ahí hay un caldo de confusión, de prejuicios y de miedos de otras personas, que hacen que las personas LGBTI callen su orientación y eso también es fuente de conflicto.

Como terapeuta ¿te marca una actitud distinta enfrentarte a alguien LGBTI que a un/a heterosexual?

Creo que la gente LGBTI tiene algunos temas que son propios. Por ejemplo, el valerse frente a la discriminación, que eso es algo que a los/as heterosexuales no les pasa.  Es un conflicto que Pablo Simonetti  lo decía muy lindo: “Qué duro que mi hermano presente a su polola y todos se pongan felices y yo llego y presento a mi pololo y no son las mismas caras”. Tengo la sensación —que puede ser mi optimismo o un sesgo por mi entorno— de que está pasando menos.  Sin embargo, sigue habiendo temor entre las personas LGBTI  de cómo los/as va ver la gente. Este proceso es propio de la población LGBTI, aunque merecen mención aparte los/as trans, que lo pasan infinitamente más mal que los gays, lesbianas y bisexuales.

En el hombre homosexual, ¿Cuáles creen que son las características que distinguen entre quienes consultan?

No sé si hay una característica demasiado generalizable entre unos y otros. Hay un tema que es muy duro cuando se trabaja en la terapia que es el propio lado homofóbico. Por ejemplo, dicen, uno salió con determinada persona, pero había una “loca espantosa”. Es decir yo soy gay, pero soy de estos otros gays. Es muy potente en una terapia trabajar el reconocerse dentro de un grupo que no tiene las características de la masculinidad impuestas la cultura y, por lo tanto, son códigos que comparten. Hay muchos de mis pacientes que aclaran enfáticamente que no se les nota que son gay. Bueno, ahí hay un tema con asumirse, porque si se nota ¿Qué importa?

¿Cómo se trabaja el tema de la discriminación?

Se trabaja de dos formas. Uno es el ayudar a trabajar cómo esa persona se enfrenta al mundo: en qué lugar,  cómo, quién, de qué manera, hay lugares que son mejores para ser gay que otros. En ese sentido, en una terapia se trata de avanzar para que la persona se le haga más fácil la vida y no más difícil. Trabajar con la aceptación de sí mismo/a es lo central: hay mucha autocensura, se da mucho ser LGBTI y en cierta forma no aceptarse.

En el minuto en que se asumen, también hay un impacto en que el resto los/as discriminen menos. Una persona que se asume y anda tranquilo/a  genera otra reacción en los/as demás que alguien que está conteniéndose, ocultándose o no viendo lo que es evidente para los/as otros/as.

En el caso de la población gay masculina, ¿Qué pasa con establecer lazos de pareja más duraderos, si se quiere hacer un proyecto de vida, por ejemplo, en ausencia de hijos?

Creo que les cuesta más conocer parejas estables, hay un tema que lo veo de forma estadística. Igual que en heterosexuales, va a variar de persona en persona, de acuerdo a sus características de personalidad y realidad, independiente de su orientación sexual.  Un terapeuta de parejas —yo no veo parejas— contaba en que cuando el tema de la homosexualidad se va normalizando más,  en la medida en que hay matrimonio, hay adopción, los conflictos de las parejas homosexuales se parecen más a los conflictos de una pareja heterosexual, lo que muestra que los conflictos de pareja tienen más relación con las características de la pareja que con la orientación sexual.

¿Tienen los gays más problemas mentales?

No sólo la homosexualidad no es un problema de salud mental, sino que no hay ninguna evidencia seria que diga que la homosexualidad en sí misma predispone o se asocia a otras patologías mentales. Pero quienes son más discriminados/as, que están en entornos adversos, tienen consecuencias negativas más marcadas que una persona que no está enfrentada a una situación así, independiente de la causa de la discriminación.

En mi experiencia, y aunque ella no marque tendencia por no ser representativa de la población general, en las personas que son bien aceptadas con el entorno su  funcionamiento  general no se ve ninguna diferencia con una persona heterosexual. En cambio, los/as que tienen más dificultades, los/as que están fuera del clóset, por ejemplo, con los/as amigos/as, pero no con la familia, ahí se ven más patologías. Pero no es por la homosexualidad, sino que es algo reactivo a vivir ocultando algo que es propio tuyo o vivir en un entorno que no te acepta como eres.

En el caso de las mujeres, ¿Qué particularidades ven en sus dinámicas?

En aquellas que yo he visto, las lesbianas en la vida cotidiana  pasan más inadvertidas. Hay un tema social que hace que sean más invisibles. Dos mujeres que viven juntas “molestan” a muy poca gente, porque la cercanía física entre las mujeres es mucho más aceptada culturalmente y no tiene la connotación homoerótica que se le da a la cercanía entre hombres.  En cambio, los hombres que viven juntos son más rechazados o puede ser objeto de broma. Lo mismo se da en  las muestras de cariño.

Uno ve a dos mujeres tomadas de la mano en la calle y no le presta mayor atención, pero si uno ve a dos hombres de la mano en la calle das por hecho que son gay.  En ese sentido, muchas lesbianas -para bien o para mal- se escudan en eso. Para bien, porque pueden pasar más piolas, y para mal en el sentido de que se invisibilizan harto.

¿En qué sentido están invisibles?

En el sentido de que no exigen lo que les corresponde, que es ser aceptadas tal cual son. Eso tiene sus costos. El costo que tiene la sensación interna de llevar una doble vida, el costo que implica estar oculta. Se hace más difícil la vida de una manera que los otros/as no alcanzan ni a percibir.

¿Qué pasa con las lesbianas cuando deciden ser madres?

Un porcentaje importante de las lesbianas que conozco tienen hijos/as. Las lesbianas que conozco, tanto socialmente o como pacientes, han tenido hijos/as porque tuvieron una relación heterosexual antes o porque se han hecho inseminación. Ellas tienen redes, tienen grupos de mamás lesbianas.  La maternidad la han ejercido en forma independiente de su orientación sexual. A mí no me ha consultado ninguna por tener conflictos con la maternidad, lo que no significa que no consulten.

¿Qué pasa con los/as jóvenes? Se habla mucho de la incidencia del suicidio a esa edad ¿Hay algo que se esté observando en la consulta? Casi todas las cifras que tenemos de suicidio vienen de Estados Unidos, que uno supone más abierto frente al tema de la homosexualidad.

Primero, hay que tener harto cuidado al analizar Estados Unidos, que es un país bien diverso. Hay lugares que son definitivamente más abiertos y que aceptan la diversidad y otros no.  Yo no veo niños/as, sólo jóvenes en las últimas etapas de la adolescencia, pero me parece que sí hay suicidios en los gays, las lesbianas o los trans, sobre todo los trans, quienes  insisto lo pasan más mal por lejos. Los suicidios tienen que ver con el rechazo, con el hecho de que son distintos/as, de que no van a ser aceptados/as nunca y la sensación de que nunca tendrán un espacio en esta sociedad.

¿Puede ocurrir que para los padres/madres, aun con más apertura y aceptación frente al tema, la homosexualidad siga siendo un problema?

Yo he visto ese tema, pero del lado de los/as hijos/as. Algunos padres/madres más abiertos/as frente al tema igual se han achacado, porque asumen que tendrán una vida más difícil, que tendrán que protegerlo/a más, y en ese sentido es una preocupación realista, considerando la cultura en que vivimos. Al menos en Chile estamos mejorando, pero en muchos sentidos la vida sigue siendo más fácil para los/as héteros.

A medida que se abra la sociedad chilena, muchos/as más adolescentes saldrán del clóset a edades tempranas ¿Qué implicancias puede tener para la consulta?

Uno de los errores que se tiende a cometer es creer que a los/as adolescentes se los tiene que tratar diferentes por ser hétero o ser homo. Por ejemplo, si a los catorce se va a priorizar bien el tema del control de impulsos, de aconsejar a los/as hijos/as que lo piensen bien antes de involucrarse en una relación o iniciar su vida sexual; creo que eso habría que hacerlo con cualquier adolescente, indistintamente de su orientación sexual.

¿Y qué pasa con las personas trans?

Ellos/as viven un mundo que es mucho más difícil, porque lo que a ellos/as les pasa es casi incomprensible para la otra gente. Es sentirse en un cuerpo que no es concordante con su persona. Que tienes una identidad de género que no es concordante a lo que definen sus genitales.

Primero, hay una angustia interna muy fuerte, incluso un rechazo. Cómo va a ser posible que sienta esto y externamente también. Los/as he podido ver porque hay una organización trans que me envía algunos/as pacientes de cuando en cuando y su situación es terrible. Llegan con un nivel de desesperanza enorme, muy deprimidos/as, vienen dos veces y no vuelven. Hay una desesperanza de fondo que tiene dos frentes. La experiencia de ser trans es muy dura en sí misma, y para eso sí que la sociedad actual, al menos en Chile, no tiene un ápice de sensibilidad de lo que puede ser.

A ello, se suma una experiencia que para la persona es difícil con una sociedad no preparada. Hay cosas que la gente no sabe o no entiende. Hay un tema cultural; por ejemplo, muchos dicen que si eres gay entonces te crees mujer. Pero una persona trans no se cree mujer u hombre, sino que es literalmente de ese género. Eso cuesta mucho entenderlo. Yo tenía una profesora en la universidad que decía que, por definición, los/as trans eran psicóticos, porque no eran capaces de percibir la realidad de sus cuerpos.

Por supuesto que estaba equivocada, porque las personas trans sí se dan cuenta del cuerpo que tienen, no están psicóticos bajo ningún punto de vista, su sufrimiento es precisamente porque captan muy bien su situación. La anécdota refleja también la ignorancia que ha reinado incluso en ambientes académicos con respecto a este tema.

¿En los círculos terapéuticos se sigue pensando que la homosexualidad es una patología?

No, para nada. Los referentes teóricos principales y los manuales oficialmente dicen que no es una patología hace mucho rato. Cuando yo salí de la universidad, hace quince años, diría que la mitad de los/as profesores/as consideraban a la homosexualidad una patología y la otra mitad, no. En mi experiencia, los/as psicólogos/as que están egresados/as hace poco y que yo conozco,  cada día,   patologizan menos esta orientación y  está siendo muy mal visto hacerlo.  En ese sentido, hay una evolución.

Hoy día en la aproximación terapéutica LGBTI, ¿Qué es lo nuevo, qué ha cambiado, qué es lo que está pendiente?

Lo que ha ido cambiando es la apertura con que se puede hablar. Antes no era que algo los/as pacientes lo dijeran en la primera consulta y si lo decían en ese momento lo decían de una manera desafíante, como planteando si eran aceptados/as o rechazados/as. Ahora es algo que se puede hablar más abiertamente y los/as pacientes llegan teniendo la salida del clóset más o menos resuelta. Eso ha sido un cambio para mejor. Antes era una cosa mucho más escondida, culposa, rabiosa, depresiva.

¿Cuál es la actitud que debe tener un terapeuta si por convicción, por ejemplo religiosa, no está de acuerdo con la homosexualidad?

Cuando un/a terapeuta no puede sustraerse de sus creencias personales y respetar las del otro/a, creo que tiene que abstenerse como terapeuta. Y no sólo con respecto a la diversidad sexual, sino a cualquier característica que eventualmente tenga un paciente que interfiera con la capacidad terapéutica. Para  una persona que sus convicciones internas son tan fuertes que no pueden darle un espacio de libertad al/la paciente que está al frente, deben dar un paso al lado. Lo que uno/a tiene que hacer es que el/la paciente encuentre cuál es su mejor manera de hacer las cosas. Eso en lo que sea, en las decisiones de pareja y de cualquier otro ámbito de su vida.

Si una persona LGBTI quiere consultar, por ejemplo, de problemas de pareja ¿Debe preguntarle directamente a su terapeuta?

Creo que es razonable preguntarlo y hemos estado trabajando en que debe haber una lista LGBTI friendly de terapeutas. El trato que reciben es distinto y no sólo por homofobia pura, sino que también por ignorancia, no sabe no más. Si un amigo o una amiga LGBTI me pide consejo a qué terapeuta ir, yo prefiero enviarlo/a a un terapeuta que lo va a tratar mejor, porque no me gustaría que ese espacio de contención estuviera marcado por los prejuicios del/la la terapeuta que yo he sabido que existen.

¿Las terapias de reconversión se dan en Chile?

Hay gente en Chile que hace terapias de reconversión y eso no debería ocurrir. El Colegio de Psicólogos públicamente las ha rechazado, la OMS lo ha repudiado y todas las organizaciones formales han hecho lo propio. Creo que tiene un efecto muy negativo sobre el/la paciente y yo no lo recomendaría jamás para nadie.