La sociedad civil propone hoy dos acciones concretas que buscan terminar con la discriminación en la familia por orientación sexual: el proyecto que regula la filiación de hijos e hijas independiente del estado civil de sus madres o padres y el anteproyecto de matrimonio igualitario con filiación, presentado ante los tres poderes del Estado por Fundación Iguales. Ambas propuestas, además de ser complementarias, persiguen el mismo propósito: proteger los vínculos familiares. No se puede imaginar una ley de matrimonio igualitario sin filiación, como tampoco basar en el matrimonio la única forma de reconocimiento de nuestros hijos e hijas.

 

Al mantener sin regulación el matrimonio y la filiación para las familias compuestas por personas del mismo sexo, el Estado envía un mensaje muy claro y que resuena en todo el país: es válido discriminar. Unos pueden acceder a formar familias reconocidas por el Estado. Otros y otras, no.

 

Habrá detractores a nuestras demandas. Dirán que este tema no es prioridad para el país. Lo es para las parejas del mismo sexo -en su mayoría mujeres- que crían sin protección legal alguna. También es prioridad para los niños y niñas de familias homoparentales que no pueden exigir legalmente los mismos cuidados que cualquier otro niño chileno. Y lo es para todas las personas que, independiente de su orientación sexual, quieren un país que avance la equidad.

También habrá quienes se opongan indicando que se trata de “temas valóricos”. Esta es una discusión sobre derechos que, al no estar consagrados, dañan a nuestras familias y merman la salud de nuestra democracia. Dañan también nuestro sentido de comunidad. Hay pocas cosas más egoístas que tener el derecho a amar y proteger a tu familia e impedir que otros accedan a lo mismo.

Habrá quienes digan que este es un país cristiano y, como tal, corresponde guardar silencio. Si hay algo que la historia debiera habernos enseñado es que nada bueno sale de imponer la religión propia y que la fe y el Estado deben transitar por caminos diferentes. Si esto no fuese suficiente, la experiencia internacional da claras muestras que cristianismo y derechos igualitarios no son excluyentes.

Por supuesto, en el debate se dirá que esto es el fin del matrimonio y de la familia, tal como ocurrió con la Ley de Divorcio o la de Unión Civil. A la luz de los hechos no es la familia la que está en crisis, sino la discriminación. La discriminación vive en la lógica del status quo. Cuando Chile logre avanzar hacia el pleno reconocimiento de todos los tipos de familia, lograremos un país para todos y todas.

 

Isabel Amor.

Directora de Formación y Activismo de Fundación Iguales.

 

Columna publicada en HoyxHoy